Con ocasión de la reciente publicación del libro “MEMORIAS PROHIBIDAS” (Marzo 2020) por el Grupo Editorial Europa, mantenemos una entrevista con su autor, Pedro Díaz Cepero quien, además de ser escritor por vocación, es sociólogo, publicitario y consultor de empresas de profesión.

- ¿De cuándo le viene a usted la afición por la escritura, las ganas de enfrentarse a la página en blanco del papel, ahora probablemente a la pantalla del ordenador ?
- Siempre tuve una gran afición a la lectura. No podía admitir que me faltaran tebeos y los atesoraba, incluso con avaricia. De hecho tuve un accidente de gravedad en mi infancia por querer hacer acopio de ellos. Lo relato en el primer capítulo de mi primer libro de memorias. Y la afición a la lectura creo que es el primer detonante para que se rebele en ti el gusanillo de escritor que puedes llevar dentro. Mi primer trabajo serio, de continuidad, fue como redactor creativo (“copy” en el argot de la publicidad), y aquí, redactando anuncios, de muy joven, tuve una gran escuela práctica. Porque escribir es primero de todo un oficio que hay que dominar; a unos les cuesta más y a otros menos, tal vez porque lo asimilan antes o tienen una disposición natural más favorable. Pero este es el primer requerimiento de un relato, la primera condición pero no la única. Porque después viene lo más difícil : tener algo que decir y … trabajar duro para expresarlo poéticamente, con voz propia.
- ¿Hubo un momento determinado que le impulsara a ponerse a escribir “MEMORIAS PROHIBIDAS”.
- Este libro forma parte de una trilogía, y es la segunda parte. El primero se publicó hace dos años, con el título “No le puse nombre a mi primer amor” y, ciertamente, al iniciar su redacción ya tenía en mente publicar dos más, o sea hacer una trilogía que desarrollara su argumento en torno a la infancia, la juventud y el tramo adulto. “MEMORIAS PROHIBIDAS” recoge el periodo adolescente y empecé a escribirlo una vez tuve lista una primera redacción del primero, antes de lo que yo llamo “el pulido”. Una vez encontrada la voz y el tono de la narración, además de la intencionalidad y el contenido de lo que se quiere comunicar es relativamente fácil acometer y finalizar el relato. ¡Ojo!, relativamente significa tardar dos o tres años en darlo por terminado. Reconozco que soy un poco lento escribiendo, tal vez porque asumo un elevado compromiso con los contenidos y soy especialmente meticuloso con la calidad del texto. Tal vez porque procuro explotar al máximo la riqueza y plasticidad del español. Me planteo estas exigencias porque me importa mucho no defraudar al lector. Me repito a mi mismo que mis libros “están escritos para quedarse, que no van a pasar fácilmente, que no son uno más” -con todos los respetos a los demás-. Que tengo que hacer todo lo que esté de mi parte para que cada uno de ellos permanezca en el recuerdo vivo y agradecido del lector.

- ¿Cuánto influye la historia en la narración, y por qué ha elegido la fórmula literaria de unas “memorias” ?
- Ya al poco de comenzar a redactar la primera parte tenía bastante organizada en mi cabeza el plan de la obra. La cronología de los hechos históricos creo que hace que se entiendan mejor las vivencias personales, y viceversa; unos hechos apoyan y/o explican los otros. El primer libro iba a tener un espacio mayor para contar la vida en la calle, los juegos infantiles y de la primera adolescencia, los años de colegio, el ambiente gris y represor de la dictadura, etc. con una visión sociológica y existencial menos acusada que la que se refleja en los dos libros siguientes. Efectivamente, este segundo libro que sale ahora con la rúbrica de EUROPA EDIZIONI ( y aprovecho para dar cumplida cuenta de mi agradecimiento al equipo de profesionales que dirige Giorgia Grasso) incide aún más en la dimensión sociológica de esos años, pero especialmente lo hace como forma de reflexión y puesta en tela de juicio de los valores emocionales y culturales de nuestra época. El tercer libro adoptará una visión más crítica y radical -a veces en clave de ensayo pero accesible- de esta era digital/virtual que estamos viviendo. Y sobre la segunda pregunta, si he elegido esta fórmula es porque me permitía decir lo que me interesaba comunicar sin problemas de cambio de estilo. He intentado equilibrar el peso narrativo de las distintas entradas de contenido, de hacer el salto de un registro a otro sin sobresaltos, casi de una forma natural. Bueno, eso espero. No creo demasiado en los cánones, en los corsés armados y rígidos de los que se vale a veces la crítica para calificar una obra de creación. No creo en ese sometimiento a pesos y medidas que parece te obligan a inscribir un relato dentro de una determinada categoría o un estilo predeterminado.

- ¿Algún consejo para aquellos que quisieran olvidarse del pasado?
- No voy a insistir en la conocida sentencia de Cicerón: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. En “Memorias prohibidas”, concretamente en el tercer capítulo, subrayo una cita de Sydney Brenner, premio Nobel de Fisiología 2002, que dice: “El pasado vive en los individuos. Me gustan los libros autobiográficos porque nos devuelven mundos perdidos”. El formato autobiográfico y memorístico ha dado grandes obras a la literatura universal, no lo voy a descubrir yo ahora. Tener un testimonio directo de la intrahistoria, de esos ríos subterráneos que recorren el subsuelo de los grandes acontecimientos, la vida interior y vicisitudes de los ciudadanos que han pasado inadvertidos para la historia… (pausa) yo creo que es algo que no tiene precio.
- Ya que estamos hablado de la Historia, y que hay tantas reflexiones en su libro que nos remiten al mundo de hoy… supongo que estará siguiendo con atención la situación de pandemia que ha creado el COVID-19…
- Sí, claro, naturalmente, con mucha preocupación cada día al ver las cifras…
- ¿Cuál es su reflexión? ¿Cree que estamos escribiendo un nuevo capítulo de la historia? ¿Un antes y un después? ¿Piensa que puede ser un trauma más adelante para los adolescentes de hoy?
- Tal vez ahora nos estamos dando cuenta de que la desventura y la fatalidad también puede golpearnos a nosotros, beneficiarios de un supuesto “estado de bienestar”. Tal vez pensábamos que la desdicha era sólo cosa de los que llegan a nuestras costas en pateras, pero no que puede alcanzarnos a nosotros. Pensábamos que con nuestra tecnología y ciencia de cabecera teníamos todo controlado, y hoy somos testigos de nuestra insignificancia y vulnerabilidad. No tenemos todas las claves de este mundo. Creo suponer que hoy serán menos los que nieguen un espacio garantizado a la Sanidad pública y más ingresos para la investigación en general, en salud especialmente; y por descontado, más inversiones e interés para la educación y la cultura, que son los verdaderos respiradores de una sociedad sana. Los humanos somos muy dados a olvidar lo negativo de nuestras vidas. Es posible que sea un mecanismo de autodefensa inscrito en nuestros genes. Ahora que estamos en un presente continuo sin reparar, con cifras angustiosas de muertes e ingresados, con un encierro que debe ser especialmente duro para los más jóvenes, parece difícil pensar que ésto se olvidará fácilmente. Pero el tiempo todo lo puede y, dicen, que todo lo cura. Por si acaso esto se olvida con el sol y la playa del próximo verano, yo abogaría por que llegáramos, al menos, a poner en marcha planes de sanidad pública e investigación que perduraran en el tiempo.

Pues agradecemos a Pedro Díaz Cepero su amabilidad al contestar a nuestras preguntas, y estamos seguros de que muchos lectores van a quedar sorprendidos con la lectura de su obra MEMORIAS PROHIBIDAS – El relato emocionado de la juventud perdida.